En el corazón de Medellín, cerca de la estación del Metro de San Antonio, existe un lugar que parece suspendido en el tiempo y que evoca a la Medellín de los años 50, esa ciudad de tranvías, mulas y plazas.
Gustavo Arteaga nació en Caramanta, Antioquia, en 1933. Con los años visualizó su futuro y definió un propósito: tener un sitio, en el centro de Medellín, para escuchar música antigua. Empezó a trabajar para hacerlo realidad.
Tenía 24 años cuando en 1957 abrió el Salón Málaga. Tenía algo claro, el Málaga no sería un bar, por el contrario, sería el sitio predilecto para encontrarse, compartir la buena música y la tertulia. Lo logró.
Hoy, 60 años después, los diálogos y las historias entre personas de distintas generaciones son un sello que sigue vigente.
Dicen en la calle que cuando un sueño se transforma en propósito, adquiere vida eterna. Gustavo piensa que así es. Con 84 años, programa la música que suena en el Salón; a diario llega, sube al balcón, limpia los discos y se dispone a complacer a sus clientes; todos son como una familia, “la familia Málaga”.
Probablemente es eso, ese ambiente familiar, esa sensación de estar en la casa de la abuela y de poder conversar con confianza, lo que hace que en el Málaga convivan, junto al son de casi 7.000 discos de 78 revoluciones, dinámicas sociales que ya no suceden en ninguna otra parte de Medellín.
Patrimonio de Medellín
Según algunas meseras del lugar, hay clientes que reciben en el Salón las llamadas de sus hijos que viven en el exterior, mientras que a otros les llega la prensa o la correspondencia. Es como si fuera su casa.
Además, es frecuente ver en las mesas a nietos que acompañan a sus abuelos, o a hijos que aprovechan para entonar las canciones favoritas de sus padres y de esos que ya no están.
El Málaga es Patrimonio Cultural de la Ciudad de Medellín y va camino a convertirse en Patrimonio Cultural e Intangible, declaración que reconoce las diferentes dinámicas sociales como un legado que le da sentido de identidad a la ciudad.
Gustavo vive fiel a su propósito, hizo realidad lo que un día soñó, goza de poner canciones de antaño y comparte con quienes, como él, saben que la música y la conversación sirven para preservar la memoria y la cultura.
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